"Arturo y Clementina" en el siguiente enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=rpnWh22Kq1Y
LA RATONA DAMI Y EL GATO LIO.
CAPÍTULO I
A la orilla de un frondoso bosque de encinas, vivía Dami, una preciosa ratona de brillantes ojos negros y sedosos pelo gris.
Había construido su hogar dentro de una enorme seta roja y blanca, a la sombra de un viejo alcornoque.
Dami, era alegre, habladora, amiga de sus amigos y amigas, y tenía una gran imaginación.
Cada mañana se levantaba a la salida del sol, abría su amplio ventanal de seta y se desperezaba mirando al cielo. Luego, se duchaba mientras cantaba alguna canción. Desayunaba en la misma puerta de su seta-hogar acompañada siempre, pues nada les gustaba más que compartir su desayuno con sus amigos y amigas. Limpiaba su casa, leía un buen rato y a media mañana se iba a pasear. Su hobby favorito consistía en buscar cosas para luego reciclarlas y hacer cosas nuevas. Por ejemplo: un día encontró un botón y con él construyó una mesa; otro día, fue el corcho de una botella. Lo forró y terminó transformado en un cómodo sillón… Así toda su casa estaba llena de detalles extraordinarios.
Una mañana, descubrió un precioso lazo azul enredado entre las espinas de una esparraguera. Lo admiró entusiasmada y lo llevó a casa, donde lo lavó, planchó y colocó finalmente en su cola. Más tarde se sentó en su puerta a esperar que sus amigos y amigas vieran lo guapa que estaba.
La primera en pasar por allí fue la ardilla Catalina, que al verla dijo:
_ ¡Qué preciosa estás, vecina, con ese estupendo lazo.
_ Lo encontré en el prado esta mañana. Cuando quieras te lo presto lucirá estupendo en tu inmensa cola._ Contestó la ratona.
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Muchas gracias, amiga. Te lo pediré para la boda de mi primo el Castor, que se casa en unos días._ Y las amigas se despidieron complacidas.
Al momento se paró ante su puerta, un tierno ratoncillo gris que andaba enamorado de nuestra amiga. Al verla quedó paralizado de la emoción._ ¡Por Dios Ratona, cada día estás más guapa¡
_ Gracias amigo, es que hoy he encontrado este precioso lazo azul, y la verdad es que realmente me favorece.
Tu también estás muy guapo _ Comentó la ratona dándole un sonoro beso.
_ Si de verdad me vieras tan guapo, aceptarías casarte conmigo_ Dijo el ratón un poco tímido.
_ Amigo, yo no sería buena contigo si te dijera que sí, pues yo no siento lo mismo. Te adoro como amigo, pero no estoy enamorada de ti.
Espero que no te enfades_. Contestó la ratona algo preocupada.
_ Que va ratoncita. Todo lo contrario. Me parece que la verdad es siempre la mejor opción_ Y dándole un beso se despidió.
Se disponía la ratona a reiniciar su lectura, cuando sintió la presencia de alguien. Al levantar la vista, sus diminutos ojos negros, se tropezaron con los bellísimos ojos verdes del gato Lio. Ahora, la que quedó paralizada por la impresión fue ella, pues desde hacía algún tiempo vivía fascinada por la belleza de aquel felino.
_ Buenos día bella ratona que hermosísima estás hoy_ Dijo el gato mirándola con aquellos ojos que parecían dos prados en primavera.
_ No, es solo que hoy estoy más favorecida con este lazo azul, que encontré en el prado, junto al arroyo_ contestó la ratona visiblemente nerviosa.
_ Con lazo o sin lazo eres la más guapa de todas las hembras de estos contornos. Y es tan cierto lo que siento que voy a pedirte que te cases conmigo.
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La ratona se quedó sin habla y cuando al fin pudo recuperarse, dijo:_ Pero… ¿Cómo puedes querer casarte con una simple ratona gris, con lo guapísimo que tu eres? Seguro que estarán suspirando por ti, todas las gatas de los alrededores.
_ Tonterías princesa, nadie es tan guapa como tú. Así que preparemos la boda cuanto antes y asunto concluido.
CAPÍTULO II
A pesar de los consejos de sus amigas y amigos, quienes no veían con buenos ojos esa boda, la ratona y el gato se casarón y a su enlace fueron todos los animales del bosque.
La fiesta duró hasta el amanecer y todo el mundo pudo ver lo felices que estaban.
Durante la primera semana, desde la seta, solo se escapaban sonidos de besos y de risas. Los habitantes del bosque llegaron a pensar que todo lo malo que se decía del pobre felino, eran meras habladurías.
Pero no pasó mucho tiempo cuando en la seta se hizo el silencio.
Más tarde solo se escuchaban, gritos y carreras.
Efectivamente, La felicidad duró poco.
Una noche, la ratona había preparado para cenar, una exquisita sopa de raíces y de hierba buena. Esperó impaciente la llegada de su esposo, pero este tardó tanto, que cuando abrió la puerta era el amanecer.
La ratoncita, que se había quedado dormida sentada en una silla, despertó sobresaltada y corrió a comprobar, que a su marido no le había ocurrido nada. Le miró a los ojos buscando una explicación, pero aquella vez no encontró la mirada sonriente que tanto le gustaba, sino unos ojos llenos de rabia y fiereza.
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_ ¡Pensé que te había ocurrido algo malo!_ Dijo con un hilo de voz mientras comprobaba el estado lamentable en el que se encontraba: sucio, maloliente, despeinado...
_! Qué te importa donde he estado._ Gritó_ Quiero comer ahora mismo.
La ratita calentó la comida y se la acercó sin comprender lo que ocurría.
_ ¡Qué asco de comida!-_ vociferó el gato tirando de un solo manotazo todo lo que había sobre la mesa_ ¡Pescado, quiero pescado y no esta porquería!
Por primera vez, la ratoncita sintió que todo su cuerpo encogía.
A la mañana siguiente comprendió que no era un sueño, que de veras había encogido un poco. Y tubo que apretarse más el lazo azul, porque casi se le caía.
Su marido, el gato, le pidió perdón. La llenó de besos y le prometió que no volvería a ocurrir:
_ Lo siento esposa mía… No volverá a ocurrir... Fue un ataque de locura... A cualquiera puede pasarle... Yo te quiero y no te haría daño... Debes olvidarlo… Cambiaré…………..
Dami lo creyó y olvidó al momento.
Pero no tardaría en repetirse la escena.
CAPÍTULO III
Aquella tarde la ratita había invitado a merendar a su amiga Godi. Tomaron té de moras y leyeron un buen rato juntas.
Mientras disfrutaba de una buena charla, Dami no se percató de los ojos furiosos de su marido, que la miraba desde el otro extremo del salón.
Cuando despidió a su amiga, Lio gritó como un huracán, mientras le
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arrancaba, de su cola, su preciado lazo azul.
_ ¡No quiero que vuelvan a venir tus amigas a esta casa! ¡No puedo dormir la siesta, me molestan!.
_Dami tembló de pies a cabeza y sintió que se encogía unos milímetros más.
Después de estos gritos vinieron otros, y otros y otros más:
_! No hagas ruido cuando friegues, ni cuando comas, ni cuando pases, ni cuando camines, ni cuando respires…!
_!No estés siempre en medio!.! Vete a tu cuarto!.
_! No salgas, no te vistas con esa ropa, no leas, no traigas más porquerías a esta casa, no salgas con tus amigos, ni con tus amigas. No hables…!
Con cada grito, ratoncita iba encogiendo milímetro a milímetro; aunque había días, que mermaba hasta un centímetro del tirón.
Solo salía de casa a buscar algo de comida y pasaba corriendo sin querer pararse ni un momento a hablar con nadie.
Todos los animales del bosque, observaron el cambio espectacular de su querida vecina y empezaron a preocuparse y a murmurar.
_ No la deja ni respirar._ Está delgada y pequeña. _ No parece ni ella. _Deberíamos hacer algo, dijo finalmente el Ratón Gris.
Algunos de estos comentarios llegaron a oídos del felino y temiendo, este, que la situación se le fuera de las manos, llegó una tarde muy temprano a la casa y se mostró muy complaciente con su esposa:
_ Querida he pensado que todos nuestros problemas se terminarán cuando nos marchemos de este lugar.
_Pero marido, si aquí es donde he nacido y donde tenemos todo lo que necesitamos. ¿Dónde podremos estar mejor que aquí?.-Dijo la diminuta ratita preocupada.
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_Bobadas. Cualquier lugar, es mejor que en este. Aquí nadie nos mira bien. Todos murmuran y nos siguen la vida.
_ Yo no quiero….._El gato le impidió terminar.
_! Silencio! Aquí se hará lo que yo diga. Mañana mismo partimos al centro del bosque, donde yo tengo una gran casa.
Y así fue como la ratita, con medio centímetro menos que el día anterior y sin lazo, desapareció una mañana acompañada del felino, entre la espesura del bosque.
CAPÍTULO IV:
En la casa del bosque, alejada de sus amigos y amigas, las cosas fueron mucho peor.
Los gritos se sucedían día y noche.
La ratona dejó de salir a pasear, dejó de limpiar su casa, dejó de asearse, y se hizo muy pequeña; más pequeña que una hormiga.
A veces, el gato le decía burlón: _ ¡Te has vuelto tan insignificante, que cualquier día te pisaré!_ Y Rectificaba: _Sin querer, claro.
Una noche, Dami salió a tomar un poco de aire. Medio saltando medio volando, pues ya nada pesaba. Un soplo de brisa la llevó hasta la orilla de un arroyo cercano. Allí se sentó a contemplar el paso del agua. Y cuando estaba más ensimismada, escucho a alguien que le decía:
_ ¿Es posible que tú seas la hermosa ratona gris del encinar?
Dami miró al cielo de la noche y se encontró con los ojos tristes de una inmensa luna.
_Yo soy, luna.
_Qué te ha pasado amiga, que no pareces ni tu sombra?
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_No sé. Cada vez que mi marido, el Gato Lio; me grita; me hago más y más pequeña. Ya casi no puedo ni caminar, por miedo a que un soplo de viento me lleve.
La luna se hizo más grande y habló:
_ No debes permitir que nadie te grite. Vuelve a tu bosque con tus amigos y con tus amigas, ellos te ayudarán.
_Si se entera Lio que me voy, se enfadará y me gritará tanto, que yo desapareceré.
_ Márchate ahora mismo, llegarás al amanecer._ Insistió la luna con firmeza.
Medio saltando, medio volando, la ratona caminó durante toda la noche. A la salida del sol, pudo al fin contemplar su amado bosque.
CAPÍTULO V
El primero en descubrirla fue el Ratón Gris, quien la cogió en la palma de su mano.
_ ¿Quién te ha hecho esto ratita?
Todos los habitantes del bosque fueron acercándose y escuchando la triste historia de de Dami.
_ No te preocupes amiga, a partir de ahora todos cuidaremos de ti.
La abrazaron, le dieron muchos besos y sin saber cómo; cuando estuvo de nuevo en el suelo, había crecido al menos un centímetro y sentía un calorcito muy especial en todo el cuerpo.
_Pero es que yo creo, que ya nunca podré ser una buena amiga, porque ya no soy la ratita curiosa a la que le gustaba limpiar su casa._ Dijo triste y avergonzada.
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_ Ni falta que hace, que nosotros la limpiaremos por ti._ Y todos se pusieron a una, dejando la casa- seta como el precioso hogar que había sido siempre.
La ratita creció un buen trozo más.
_Pero es que yo creo, que ya nunca podré ser una buena amiga, porque ya no soy tan aseada como la ratita a la que le encantaba bañarse cada mañana, cantando canciones.
_Ni falta que hace, que nosotros te asearemos. _Y la bañaron en el río con hojas de menta y pétalos de rosas silvestres.
La ratita creció otro buen trozo.
_Pero es que yo creo, que ya no me querréis como antes, porque es que yo ya no tengo nunca ganas de salir a pasear ni de encontrar cosas.
_Ya cambiarás de idea cuando veas la fiesta que te vamos a preparar.
Y aquella noche todos los animales del bosque disfrutaron de la mejor fiesta que habían vivido, porque era en honor de una amiga que volvía a vivir.
La ratita llegó a su tamaño normal y volvió a ser la ratita de siempre: aseada, limpia divertida, curiosa, imaginativa, recicladora, habladora, alegre, feliz...
Un buen día comprendió, que para enamorarse de alguien, lo de menos era el color de sus ojos, así que se unió al Ratón Gris, quien la amó tanto que dicen que llegó a ser la ratona más alta del encinar.
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Y del gato…
Al cabo de los años volvió, pero como ya no tenía a quien gritar, ahora era él quien se transformó en un ser tan pequeño e insignificante, que a poco lo pisa la ratona. "Sin querer, claro". Pero como no tenía ni un solo amigo que le hiciera crecer con su amor, se pasó el resto de su vida, muerto de miedo y huyendo de su propia sombra.
Adaptación realizada por:
Gloria Belén Fernández Martínez